Sentada en una alfombra, la niña piensa.
Piensa en como se habrán formado las nubes que disipan su encuentro con el sueño profundo y calmo que espera.
Que espera rasparse la piel con un mortal de vida breve que escupe por la ventana.
Por la ventana y tranquila ya no espera mientras desespera por sentir la piel rojiza; resaca del refregado de imaginarios en el espacio insatisfactorio que vive dentro de su cama.
Dentro de su cama.
Quieta.
Ya ni piensa.
Ni piensa en el tiempo que pasa y ya no importa.
Podrán haber miles de corbatas colgando de la escalera.
Pero el banco quedará sosteniendo los pies de la amante del escape.
Amante suena a número dos que muchas veces es número uno pero no deja de ser dos.
Ella también escupe.
Todos escupen.
Algunos en el piso.
Quizá alguien también llegue a resbalarse sino mira al piso en algún momento.
Hay que andar muy consciente para no mirar nunca en donde se pisa.
El la sostiene, pero nunca sin ella.